Entre material y material
Es el sentido de la visión quien nos acerca en un primer momento con los materiales que nos rodean, formas dotadas de cualidades, color, texturas, olores, formas capaces de transmitir sensaciones de frío o de calor, formas que se alojan en la memoria y que a través de la experiencia guardan lo que cada material nos dice. Nombres como “madera”, “hierro”, “plástico”… son ellos los que nadan en nuestro cerebro para darle nombre a todo cuanto nos rodea, ya que nuestra relación con la realidad pasa a través de esta capacidad de dar nombres: ver , tocar, en fin reconocer, es decir atribuir en base a esta experiencia subjetiva y local de los significados más amplios, sintetizados a su vez en un nombre. Nuestra memoria está poblada de paredes de piedra, muebles de madera, espadas de acero, coronas de oro: en estos estereotipos los nombres de los materiales aparecen cargados de sus significados más amplios, de estos nombres el objeto adquiere un peso y espesor cultural, la piedra es su duración, la madera es el símbolo del correr del tiempo, la lana es el calor de la intimidad, el acero es la fuerza fría, en fin, toda cultura ha conocido semejantes significados del lenguaje de las cosas.
Hoy en día tal situación a cambiado ya que los “nuevos objetos” no sabemos bien de que parecen estar hechos y no podemos decir realmente que es lo que son, y no por ignorancia, sino por la complejidad de los nuevos materiales que para nosotros son casi inclasificables. Lo novedoso es que se va configurando un mundo de materiales sin nombres. Ellos cuestionan la relación tradicional que teníamos con ellos, la atribución de significados portadores de espesor físico y cultural. En este nuevo mundo nos parece percibir solo las superficies de los objetos, las relaciones locales y momentáneas, en una palabra, las apariencias. De esta manera uno piensa, la mesa parece de madera, la lámpara quizá sea de metal, pero ¿de que esta hecha la parte exterior de un computador, el parachoques de un auto, la punta de un lápiz?. Todo esto provoca una relativa autonomía de la imagen con la realidad material, ya no es sorprendente que la apariencia, en la fase actual técnico-cultural , se ha convertido en general en la única realidad a la que nos podemos referir. Esto hace crisis a una de las certezas sobre las que se había construido pensamiento moderno, que afirmaba la existencia de una imagen auténtica de los materiales. Hoy nos damos cuenta que esta afirmación no es correcta y que esta crisis, no es solo la consecuencia de una elección cultural que privilegia polémicamente la ambigüedad de la “contrafacción” sobre la “sinceridad” del material: la crisis deriva de las mismas propiedades de los nuevos materiales, que, pudiendo ser tratados de las formas más diversas, pueden “sinceramente” proponer más de una imagen de sí. Se va configurando así en lo másintimo una nueva manera de estar entre las cosas, una nueva forma del conocimiento de lo real, en la que el código de referencia ya no es la clasificación de materiales por sus propiedades y significados culturales intrínsecos, sino el reconocimiento de su nivel de prestaciones y de las imágenes evocadoras a las que nos llevan en cuanto parte integrante de un manufacturado.
viernes, 28 de noviembre de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario